Recuerdo con nostalgia cuando mis hijos eran bebés y
llegaba la hora de cambiarles el pañal. Un acto que a priori
puede resultar desagradable se convertía en una experiencia
inolvidable cuando, ya limpitos, los ponía frente al espejo
que tenía sobre el cambiador. El efecto que les producía
verse reflejados a sí mismos y a su mamá (o papá) era de
felicidad absoluta.
Aquí tenéis unos cuantos ejemplos por si os animáis a vivir
esa experiencia.
Además, no olvidéis que los espejos siempre duplican la
luz de la habitación.
No os perdáis el resto de la habitación, en especial el banco
de debajo de la ventana. No tiene desperdicio.
El detalle de la letra le da el contrapunto con ese color.
El espejo es una vieja ventana reciclada. ¡Vaya cambio!
La lámpara que se ve reflejada en el espejo es divina.
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